El Guerrero y Adda 1.3

El Guerrero se ha perdido.

Han ocurrido una serie de sucesos inespererados entre Adda y El Guerrero…

Adda decidió viajar a una aldea cercana a la del Guerrero, pensaba pasar unos días allí y después visitar de sorpresa al Guerrero. Un hada complice de Adda le sugirió investigara con el Guerrero si era una buena idea, qué tal que no le gustaban las sorpresas o estuviera en alguna batalla lejos de casa; Adda refunfuñando porque a ella le encantaban las sorpresas siguió el consejo y le pregunto al Guerrero, quedó sorprendida cuando éste le mencionó que había viajado hacia el bosque de Adda, ella se sintió frustrada en ese momento, primero por sentirse ahora tan lejos de él, estando tan cerca de su aldea y segundo porque el Guerrero no le mencionara su plan antes.

Los días transcurrieron y Adda sentía el distanciamiento del Guerrero tanto en kilometros como en palabras, sus mensajes eras muy distantes y cortantes, ella intuyó que algo pasaba. Unos días después el mismo Guerrero le contaría lo que ocurría. Estaba lidiando con la primera de muchas batallas que se avecinaban.

El Guerrero había perdido poder sobre unas tierras, quedando sólo con el 40% del territorio, se sentía sorprendido aunque se había preparado inconscientemente para ese momento, también es muy intuitivo y en el fondo sabría que eso pasaría.

Adda quería salir corriendo de esa aldea e ir hacia él, al menos para escucharle, pero tuvo que esperar. Cuando por fin su trabajo terminó en la aldea Luigiana, regresó entusiasmado con verle. Pero se llenó de tristeza cuando supo que al día siguiente de su llegada, el Guerrero partiría hacia su tierra. Pensó entre una sonrisa que más parecía una mueca de dolor

-Parece que el Guerrero está huyendo de mí.

El Guerrero prometió avisarle cuando volviera. Y sí volvió después de unas semanas pero no le aviso a Adda, al menos no después de unos días pareciera que no tuviera el menor interés de verla.

El corazón de Adda comenzó a agrietarse y su humor a amargarse. Nada le hacia sonreir, sólo pensaba en el Guerrero y en cada segundo que transcurría lejos de él. Tan cerca y cada vez tan lejos de él. Nunca antes lo había sentido tan lejos pese a que estaban en la misma aldea.

Adda suele ser muy impaciente y cada minuto se había vuelto una tortura. El silencio entre ellos se hacía cada vez más profundo y estaba matándola.

«Recuerda que no toda distancia es ausencia, ni todo silencio es olvido» esas fueron las palabras que un día el Guerrero le hizo llegar a Adda. La atormentaron aún más. Ella sabía que algo pasaba pero aún no sabía qué era.

Por fin una noche el Guerrero habló, le contó de todas las batallas con las que estaba lidiando y que había ido a combatir a la tierra de Adda, le contó de su nostalgia y la tristeza que llevaba a cuestas, de las palabras que había escuchado y que le habían herido como la más cruda y afilada espada. Adda lloró al escucharlo. ¿Qué más podía hacer? Le envió una carta con lo que mejor sabía hacer; hablarle desde su corazón, haciéndole saber que su dolor se había convertido en el de ella.

Sus palabras surgieron efecto y fueron un tranquilizante para el Guerrero.

Durante unos días no pararon de enviarse cartas, que ambos leían avidos.

Ambos habían estado ocupados liando sus propias batallas, pero Adda albergaba la idea de que pronto se encontrarían. Su mente seguía inmersa en su Guerrero y en el deseo de verle y de confesarle por fin todos sus sentimientos hacia él. Lo había intentado en un mensaje pero el Guerrero lo recibió en medio de su batalla y no lo comprendió, o eso fue lo que le hizo creer a Adda. En el fondo había sentido alivio, para ella había sido un impulso y los impulsos nunca le resultaban bien a alguien tan metódica como Adda.

El silencio del Guerrero volvió y la desesperación de Adda también. Aunque hablaron y aclararon los acontecimientos, Adda sabía que algo malo pasaría. Así que lo citó, al menos en esas horas su plan era que él fluyera con la naturaleza y todas las batallas y problemas se desvanecieran. El Guerrero nunca llegó.

El corazón de Adda volvió a endurecerse y a oscurecerse. Llena de rabia quemó el cuadro que le había pintado al Guerrero, no respondió a su llamado y decidió empezar a olvidarlo y cada noche más le recordaba entre lágrimas. Su cumplesoles se acercaba y ella lo único que deseaba era desaparecer en el silencio del Guerrero.

Hasta el día de hoy no se sabe nada del Guerrero. Y yo, la escritora de esta historia estoy igual de triste que Adda, presiento que se me acabaran las palabras.

Deja un comentario