El Guerrero y Adda 1.2

El Guerrero ha vuelto a la ciudad en la que suele habitar Adda…

Han transcurrido los días y Adda revolotea de un lado a otro, hace esto, aquello, va y viene, viene y va. Trata de mantenerse ocupada porque le impacienta saber de la estadía del Guerrero en la Ciudad. Y más allá de eso, el hecho que aún no se ven, él no ha dado indicios de nada, si quiere verla, si lo ha planeado, si lo desea.

Finalmente, lo mira a lo lejos… vuela hacia él, se abalanza con un impulsivo abrazo que él recibe con un poco de ¿indiferencia, frialdad, aburrimiento? Adda no detecta la sensación pero nuevamente no es la que ella deseaba…

Entran a «la verdulería» bullicio por todos lados, un mercader trata de interceptarlos en la entrada, ofreciendo algunos frutos, él lo rechaza con desdén, eso pone mal a Adda, vuelve a pensar que él anda extraño…

Por fin encuentran un lugar en donde sentarse, uno frente al otro, comienzan a hablar, él, ella, ella, él… Con ellos es así, un baile de palabras, una danza suave entre los dos, un vaivén con un ritmo muy marcado, muy equilibrado, ninguno habla más, ninguno escucha solamente, es bella la comunicación fluída entre los dos…

Sin darse cuenta, todo el bullicio ha sucumbido ante esa danza, la gente a su alrededor se ha congelado, no existe nadie más, solo ellos.

En medio de esa abstracción, ella observa su piel, sus brazos fuertes y marcados, sus grandes manos, sus dedos largos, al igual que su cuello, su quijada marcada, su boca grande y enmarcada con una barba desaliñada, su nariz larga y recta, sus ojos enmarcados bajo unas cejas pobladas, su melena desenfadada, atada a una coleta que le hace parecer un Samurai, que acentúa El Guerrero que habita dentro, con algunos mechones sostenidos en sus orejas, una lleva un arete en forma de cruz le da un toque de Pirata. Adda lo recorre con la mirada, se escabulle en cada detalle, pero lo que la atrapa son sus ojos, brillan mágicamente, cuando habla, él la mira fijamente y entonces ella duda de lo que está diciendo porque su mirada es tan profunda y brillante pero la llena de tanta paz que olvida todo. Se niega a aceptar que su mirada la excita.

En medio de su recorrido y sus pensamientos más íntimos él la interrumpe, diciéndole que es momento de irse.

Suben a su nave y discuten el camino, ella nota esa característica especial de los Guerreros; la terquedad. Toman el camino que el Guerrero eligió aunque Adda sabe que el que ella sugirió era mejor, en el fondo le gustó la discusión, hasta para no estar de acuerdo eran almas que fluían.

Llegaron al espacio de Adda, se detuvieron por un segundo… Tampoco sabrán (por el momento) lo que Adda pensaba mientras seguían en la nave, optó por inclinarse hacia el Guerrero dándole un beso en la mejilla.

Volverán a verse en unos días, ella suspiro al pensar en ello, quizá en la próxima ocasión se atreva.

Al entrar a la estación, recibe un mensaje del Guerrero: “Me agrada verte”. Ella sonríe.

Deja un comentario